EL AMOR
Un pájaro me canta
y yo le canto
me gorgojea al oído
y le gorgojeo
me hiere y yo le sangro
me destroza
lo quiebro
me deshace
lo rompo
me ayuda lo
levanto
lleno todo de paz
todo de guerra
todo de odio de amor
y desatado
gime su voz y gimo
ríe y río
y me mira y lo miro
me dice y yo le digo
y me ama y lo amo
- no se trata de amor
damos la vida-
y me pide y le pido
y me vence y lo venzo
y me acaba y lo acabo.
ESCRIBO, PIENSO, LEO
Escribo
pienso
leo
traduzco veinte páginas
oigo el informativo
escribo
escribo
leo.
Dónde estás
dónde estás.
LO QUE SIENTO POR TI
Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.
Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.
Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.
DE NUEVO
De nuevo está la muerte
rondando y como antes
escrupulosamente
me roe todo apoyo
me quiere fiel y libre
me aparta de los otros
me marca
me precisa
para mejor borrarme.
BUSCAMOS
Buscamos
cada noche
con esfuerzo
entre tierras pesadas y asfixiantes
ese liviano pájaro de luz
que arde y se nos escapa
en un gemido.
COMPARACIÓN
Como en la playa virgen
dobla el viento
el leve junco verde
que dibuja
un delicado círculo en la arena
así en mí
tu recuerdo.
CUANDO UNA BOCA SUAVE DORMIDA BESA...
Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.
DECIR NO...
Decir no
decir no
atarme al mástil
pero
deseando que el viento lo voltee
que la sirena suba y con los dientes
corte las cuerdas y me arrastre al fondo
diciendo no no no
pero siguiéndola.
TARDE
Cuerpos tendidos, cuerpos
infinitos, concretos, olvidados del frío
que los irá inundando, colmando poco a poco.
Cuerpos dorados, brazos, anudada tibieza
olvidando la sombra ahora estremecida,
detenida, expectante, pronta para emerger
que escuda la piel ciega.
Olvidados también los huesos blancos
que afirman que no es un sueño cada vida,
más fieles a la forma que la piel,
que la sangre, volubles, momentáneas.
Cuerpos tendidos, cuerpos
sometidos, felices, concretos,
infinitos...
Surgen niños alegres, húmedos y olorosos,
jóvenes victoriosos, de pie, como su instinto,
mujeres en el punto más alto de dulzura,
se tienden, se alzan, hablan,
habla su boca, esa un día disgregada,
se incorporan, se miran, con miradas de eternos.
UN HUÉSPED
No sos mío
no estás
en mi vida
a mi lado
no comés en mi mesa
ni reís ni cantás
ni vivís para mí.
Somos ajenos
túy yo misma
y mi casa.
Sos un extraño
un huésped
que no busca no quiere
más que una cama
a veces.
Qué puedo hacer
cedértela
pero yo vivo sola.
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Idea Vilariño, tercera y última entrega

Idea era una niña que encontraba sosiego entre las madreselvas y jazmines y helechos del jardín. Al igual que sus hermanas Azul, Idea y Poema, no fue bautizada. Su padre anarquista y su madre católica apoyaron sus inclinaciones artísticas.
De chicos, en la casa del Prado, todos estudiaban piano, se escuchaba música e iban al teatro y al ballet. Era el tipo de casa donde el padre, a pedido de los niños, después de almorzar, recitaba un poema. Su padre escribía versos. Su madre leía.
Idea escribía siendo una niña tan niña que todavía no había ido a la escuela. Se escondía a leer en las ramas de árboles de magnolia y, cuando se bajaba, andaba después perdida en ensoñaciones. Y se olvidaba de todo.
La poesía de Vilariño es de palabras comunes y corrientes, ideas claras y poca metáfora. Ella dice mucho con muy poco.
Antonio Muñoz Molina dice:
Lo que mejor recuerdo de Montevideo es la mirada de Idea Vilariño. Alrededor de la mesa en la que los comensales hablaban con el fervor rioplatense por discutirlo todo sólo ella permanecía en silencio y observaba, una mujer de setenta y tantos años con la piel lisa y brillante y los rasgos afilados, con unos ojos en los que permanecía intacto el fuego frío de la juventud. Hay personas que nos miran desde una cercanía inmediata; Idea Vilariño miraba como emboscada en el interior de sí misma, y rodeada de gente parecía tan a solas como en esa habitación que es el espacio visible o implícito de casi todos sus poemas: la habitación del insomnio, la de la soledad al mismo tiempo orgullosa y desgarrada, la del amor furioso y sobre todo la de la ausencia y la rememoración pasional y desengañada del amor, la habitación de no esperar nada y sin embargo seguir esperando unos pasos en la escalera y unos golpes en la puerta, debajo de la cual se ha encendido a deshoras la luz del descansillo.
Querida Idea enlutada con verde mirar lento, le escribió Juan Ramón en una carta.
García Lorca escribió en una carta que quería escribir una poesía "de abrirse las venas": exactamente eso es lo que uno siente leyendo algunos de sus poemas de amor, igual que los mejores de Luis Cernuda o de Pedro Salinas, una celebración simultánea de la ebriedad y de la desgracia, sin complacencia, sin término medio, con una capacidad de iluminación y de estremecimiento que probablemente no puede alcanzarse sin renunciar a la vergüenza, y que tal vez sólo se encuentra en estado puro en algunas formas de canción popular, en el bolero y en el tango.
Ese es el mundo en el que uno queda atrapado como en un cepo al leer los poemas de Idea Vilariño. Su respiración es sincopada, con algo de los heptasílabos de Pedro Salinas, o con las cadencias todavía más quebradas de William Carlos Williams, como un aliento que se ahoga a causa de la excitación y de la impaciencia y de la imposibilidad de decir. No hay paisaje exterior, ni explicaciones, ni adornos, ni nombres, sólo los amantes encerrados en esa habitación que será también la de la soledad y la espera, y la de un dolor demasiado cruel como para que lo designe la blanda palabra añoranza: Por qué / aún / de nuevo / vuelve el viejo dolor / me rompe el pecho / me parte en dos / me cubre de amargura. / Por qué / hoy / todavía.
Todo gran conjunto poético suele girar alrededor de una idea obsesiva y constante. En el caso de Idea es la negación, que desde sus primeros textos ensombrece imágenes, abunda en palabras como nadie, nunca, ninguno, no. Esta última es quizá la palabra más repetida en sus poemas.
Negación que es pesimismo, terquedad, presunción de que todo lo que se hace es inútil, porque al final del camino nos espera la única certeza: que todos vamos a morir. Y sin embargo, puede verse en sus páginas la búsqueda, el deseo de encontrar algo en qué creer, un amor o una idea que distraiga por un tiempo esa sombría sensación.
De chicos, en la casa del Prado, todos estudiaban piano, se escuchaba música e iban al teatro y al ballet. Era el tipo de casa donde el padre, a pedido de los niños, después de almorzar, recitaba un poema. Su padre escribía versos. Su madre leía.
Idea escribía siendo una niña tan niña que todavía no había ido a la escuela. Se escondía a leer en las ramas de árboles de magnolia y, cuando se bajaba, andaba después perdida en ensoñaciones. Y se olvidaba de todo.
La poesía de Vilariño es de palabras comunes y corrientes, ideas claras y poca metáfora. Ella dice mucho con muy poco.
Antonio Muñoz Molina dice:
Lo que mejor recuerdo de Montevideo es la mirada de Idea Vilariño. Alrededor de la mesa en la que los comensales hablaban con el fervor rioplatense por discutirlo todo sólo ella permanecía en silencio y observaba, una mujer de setenta y tantos años con la piel lisa y brillante y los rasgos afilados, con unos ojos en los que permanecía intacto el fuego frío de la juventud. Hay personas que nos miran desde una cercanía inmediata; Idea Vilariño miraba como emboscada en el interior de sí misma, y rodeada de gente parecía tan a solas como en esa habitación que es el espacio visible o implícito de casi todos sus poemas: la habitación del insomnio, la de la soledad al mismo tiempo orgullosa y desgarrada, la del amor furioso y sobre todo la de la ausencia y la rememoración pasional y desengañada del amor, la habitación de no esperar nada y sin embargo seguir esperando unos pasos en la escalera y unos golpes en la puerta, debajo de la cual se ha encendido a deshoras la luz del descansillo.
Querida Idea enlutada con verde mirar lento, le escribió Juan Ramón en una carta.
García Lorca escribió en una carta que quería escribir una poesía "de abrirse las venas": exactamente eso es lo que uno siente leyendo algunos de sus poemas de amor, igual que los mejores de Luis Cernuda o de Pedro Salinas, una celebración simultánea de la ebriedad y de la desgracia, sin complacencia, sin término medio, con una capacidad de iluminación y de estremecimiento que probablemente no puede alcanzarse sin renunciar a la vergüenza, y que tal vez sólo se encuentra en estado puro en algunas formas de canción popular, en el bolero y en el tango.
Ese es el mundo en el que uno queda atrapado como en un cepo al leer los poemas de Idea Vilariño. Su respiración es sincopada, con algo de los heptasílabos de Pedro Salinas, o con las cadencias todavía más quebradas de William Carlos Williams, como un aliento que se ahoga a causa de la excitación y de la impaciencia y de la imposibilidad de decir. No hay paisaje exterior, ni explicaciones, ni adornos, ni nombres, sólo los amantes encerrados en esa habitación que será también la de la soledad y la espera, y la de un dolor demasiado cruel como para que lo designe la blanda palabra añoranza: Por qué / aún / de nuevo / vuelve el viejo dolor / me rompe el pecho / me parte en dos / me cubre de amargura. / Por qué / hoy / todavía.
Todo gran conjunto poético suele girar alrededor de una idea obsesiva y constante. En el caso de Idea es la negación, que desde sus primeros textos ensombrece imágenes, abunda en palabras como nadie, nunca, ninguno, no. Esta última es quizá la palabra más repetida en sus poemas.
Negación que es pesimismo, terquedad, presunción de que todo lo que se hace es inútil, porque al final del camino nos espera la única certeza: que todos vamos a morir. Y sin embargo, puede verse en sus páginas la búsqueda, el deseo de encontrar algo en qué creer, un amor o una idea que distraiga por un tiempo esa sombría sensación.
Idea Vilariño, segunda entrega
La relación amorosa que mantuvieron Idea y Onetti siempre se supo, pero fue en !La vida escrita", libro recientemente editado en Montevideo, donde surgieron a la luz muchos detalles del amor de estos dos grandes escritores uruguayos. Así, el hilo de "la vida escrita" es el amor, y cómo ella amó y fue amada.
Su romance más famoso fue con Onetti, pero hubo muchos otros. Estuvo casada con Jorge Liberatti, tuvo historias con el escritor Emilio Oribe y Manolo Claps, entre otros. Siempre osada, Idea, desde joven. En las cartas les escribe con cuánto placer recuerda esa noche, les describe su cuerpo y se regodea en los detalles. El intercambio de cartas con el poeta español Juan Ramón Jiménez es una joya: difícil seducir mejor a un hombre.
AMOR Y SUFRIMIENTO. De su romance con Onetti se ha hablado mucho, porque tuvo detalles muy particulares. Lo obvio, eran los dos conocidos y talentosos. El era ca-sado. Su mujer, Dolly -que aún vive- fue muy original y permitió los amoríos de su marido. Se dice que cuando Onetti e Idea estaban juntos, Dolly, sabiendo que no se hacían un minuto ni para comer, les acercaba comida.
Hay cosas que fueron muy públicas: él le dedicó su novela Los adioses, ella sus Poemas de amor. En este libro, ahora, ya muerto Onetti, ya Idea pasando los 80, y sin embargo, todo se hace muy vivo cuando aparecen relatos como el día que se conocieron, y la duda de si fue en un bar de Malvín o en el Rodelú.
Idea sufrió y así lo escribe. Que él le decía que se quedase, que no podían separarse. Así podía ser una noche: "Hablamos, como casualmente, incluso de nuestro amor. Él me pregunta a mí por qué, si le gusta tanto estar conmigo, tanto hacer el amor conmigo, me desea tanto, le gusta verme, cómo me peino, me visto, en la playa, entre la gente, desnuda, deja pasar siglos. Mis explicaciones: se olvida después de cada vez, se acuerda cuando se le acaba alguna aventura, descartadas por absurdas, inexactas".
Esboza la sensualidad que compartían: "Nunca fue así, nunca estuvo tan enamorado, me deseó tanto, se dejó hacer tanto, me lo hizo todo tan bien, tantas veces. No hay nadie como él".
Él le confiesa sus otros amoríos, hablan, horas, de la relación, de qué les pasa, por qué no es. Están los tires y aflojes, ella que se va, lo deja plantado y después se arrepiente. Las llamadas a horas insólitas, la urgencia, el desnudarse de noche y sentir que su cuerpo le pide estar en los brazos de él. Él llama que va a ir y se demora. La espera. Cómo esperan los amantes.
El libro incluye los fragmentos del diario de los días de 1994, cuando internaron a Onetti en Madrid, y también cuando Idea escuchó en la radio que había muerto. Son páginas llenas de angustia, y tanto más tristes por cómo están escritas.
Ya no
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme.
Nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué
ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quien fuiste
ni qué fui para ti
ni como hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tu ya
no serás para mi
más que tu. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
(De "Poemas de amor", refería a Onetti. Cuando él murió, Idea escribió en su diario que ya sabía lo que iba a sentir, que lo había padecido en estos versos.)
Diarios, 1994
Mayo 28. Él está internado, que está grave, que todo indica que esto es el final. Que no se dé cuenta. Nunca quiso ni pensar en la muerte. En un CTI. No sabe estar enfermo.
30. Llamo a Madrid pero sólo me atiende Paquita llorando. No hay esperanzas... Después me llamó Quela, me quedé llorando con desconsuelo.
(...) Dicen que ya lo incineraron. Es un poquito de cenizas, todo aquel hombre, el amor mío.
Junio 94. (...) Cómo estoy. No puedo decir nada. No sé. No consigo entenderme con lo que me pasa. Comienzo por no haber sabido nunca cómo pude enamorarme de él; la mujer que era yo, la que soy, no hubieran podido amarlo. No. Si de todas maneras sucedió, qué tiene que ver el que era él entonces con él ahora. Nosotros y él padecimos. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, le dije en Madrid. Creo que bromeando. -Somos, me dijo serio, como reprochándome. ¿Somos? No sé. Y aún así, leyendo el poema que salió en Brecha -No te veré morir-. Yo ya sabía todo, ya sabía esto. Los había padecido íntegramente en esos versos.
AMOR Y SUFRIMIENTO. De su romance con Onetti se ha hablado mucho, porque tuvo detalles muy particulares. Lo obvio, eran los dos conocidos y talentosos. El era ca-sado. Su mujer, Dolly -que aún vive- fue muy original y permitió los amoríos de su marido. Se dice que cuando Onetti e Idea estaban juntos, Dolly, sabiendo que no se hacían un minuto ni para comer, les acercaba comida.
Hay cosas que fueron muy públicas: él le dedicó su novela Los adioses, ella sus Poemas de amor. En este libro, ahora, ya muerto Onetti, ya Idea pasando los 80, y sin embargo, todo se hace muy vivo cuando aparecen relatos como el día que se conocieron, y la duda de si fue en un bar de Malvín o en el Rodelú.
Idea sufrió y así lo escribe. Que él le decía que se quedase, que no podían separarse. Así podía ser una noche: "Hablamos, como casualmente, incluso de nuestro amor. Él me pregunta a mí por qué, si le gusta tanto estar conmigo, tanto hacer el amor conmigo, me desea tanto, le gusta verme, cómo me peino, me visto, en la playa, entre la gente, desnuda, deja pasar siglos. Mis explicaciones: se olvida después de cada vez, se acuerda cuando se le acaba alguna aventura, descartadas por absurdas, inexactas".
Esboza la sensualidad que compartían: "Nunca fue así, nunca estuvo tan enamorado, me deseó tanto, se dejó hacer tanto, me lo hizo todo tan bien, tantas veces. No hay nadie como él".
Él le confiesa sus otros amoríos, hablan, horas, de la relación, de qué les pasa, por qué no es. Están los tires y aflojes, ella que se va, lo deja plantado y después se arrepiente. Las llamadas a horas insólitas, la urgencia, el desnudarse de noche y sentir que su cuerpo le pide estar en los brazos de él. Él llama que va a ir y se demora. La espera. Cómo esperan los amantes.
El libro incluye los fragmentos del diario de los días de 1994, cuando internaron a Onetti en Madrid, y también cuando Idea escuchó en la radio que había muerto. Son páginas llenas de angustia, y tanto más tristes por cómo están escritas.
Ya no
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme.
Nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué
ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quien fuiste
ni qué fui para ti
ni como hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tu ya
no serás para mi
más que tu. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
(De "Poemas de amor", refería a Onetti. Cuando él murió, Idea escribió en su diario que ya sabía lo que iba a sentir, que lo había padecido en estos versos.)
Diarios, 1994
Mayo 28. Él está internado, que está grave, que todo indica que esto es el final. Que no se dé cuenta. Nunca quiso ni pensar en la muerte. En un CTI. No sabe estar enfermo.
30. Llamo a Madrid pero sólo me atiende Paquita llorando. No hay esperanzas... Después me llamó Quela, me quedé llorando con desconsuelo.
(...) Dicen que ya lo incineraron. Es un poquito de cenizas, todo aquel hombre, el amor mío.
Junio 94. (...) Cómo estoy. No puedo decir nada. No sé. No consigo entenderme con lo que me pasa. Comienzo por no haber sabido nunca cómo pude enamorarme de él; la mujer que era yo, la que soy, no hubieran podido amarlo. No. Si de todas maneras sucedió, qué tiene que ver el que era él entonces con él ahora. Nosotros y él padecimos. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, le dije en Madrid. Creo que bromeando. -Somos, me dijo serio, como reprochándome. ¿Somos? No sé. Y aún así, leyendo el poema que salió en Brecha -No te veré morir-. Yo ya sabía todo, ya sabía esto. Los había padecido íntegramente en esos versos.
Idea Vilariño

Juan Gelman dijo una vez que "es una palabra de hueso a la intemperie, calcinada por los soles del amor y del dolor”.
En la calle Anzani, en el barrio montevideano de Malvín, en una casa con jardín y donde algunas noches todavía suena un tango tocado al piano, vive esa señora de pelo blanco que, no parece, pero tiene 88 recién cumplidos. Vive sola. Casi toda su vida ha estado sola. Sigue siendo bella y misteriosa. Es Idea Vilariño, la poeta, crítica de literatura, compositora de canciones, traductora, educadora uruguaya, la que integró la generación del 45, la que se interesaba en Simone de Beauvoir cuando pocos lo hacían. La poeta que tuvo un romance de esos de película con el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, que siempre estuvo casado. La que compuso para Zitarrosa y la que tiene una idea terriblemente negra de la vida.
Idea nació en Montevideo el 18 de agosto de 1920, y antes de haber cumplido los treinta años era ya ampliamente conocida en el Río de la Plata por su talento. Durante la última mitad del siglo XX críticos y profesores de todo el mundo de habla hispana así como traductores de Austria, Brasil, Italia y Estados Unidos difundieron en abundancia su poesía. Es un caso singular. Por su personalidad y convicciones Idea Vilariño rechazó durante largo tiempo toda posibilidad de promocionar su nombre. Los editores la urgían a promover sus libros y ella se rehusaba. Más aun, mantuvo un silencio casi completo respecto a su obra, hasta el punto de negarse con regularidad a entrevistas de cualquier tipo. Si bien aceptó diversos premios e invitaciones tanto en su país como en el extranjero, nunca quiso comentar sus poemas ni escribir sobre su obra poética.
Estoy aquí
en el mundo
en un lugar del mundo
esperando
esperando
Ven
o no vengas
yo me estoy aquí
esperando.
Pese a esa falta de promoción, la poesía de Idea atrae cada día más lectores, más allá de los índices públicos que dan testimonio de su fama, en Montevideo puede advertirse por todas partes su inmensa popularidad: los artesanos copian sus versos en señaladores de libros, tapices y tarjetas que venden en mercados y negocios; referencias a su poesía en grafitos y llamados al "paraíso perdido" en los carnavales reafirman ese cariño; y cuando la música suena surge la lírica de sus canciones, aunque muchos de los fanáticos que las entonan no sepan que le pertenecen.
Es una voz de versos tristes, si, tristísimos. De los que hablan de la tristeza de levantarse de noche, cuando una mujer está preocupada, cuando ama, cuando se prende un cigarro y fuma sola pensando, una vez más, en los afectos. Cómo cansa eso.
En “Enumerándolo” un poema de sustantivos, dice:
Enfermedad y frío
y tristeza cerrada
y días días días
Enfermedad y frío
y tristeza cerrada
y días días días
enfermedad tristeza
cansancio enfermedad.
Aire helado abandono frío
Aire helado abandono frío
fatigas penas
ninguna carta nadie
miserias y limosnas
remedios notas cuentas.
Viento sur tercer piso
madrugadas horribles
noches perdidas
penas
y días días días
viento miseria frío
enfermedad tristeza
penas
y días días días
viento miseria frío
enfermedad tristeza

En 1944 terminó sus estudios para ejercer el profesorado en Educación Secundaria y comenzó a trabajar en la Biblioteca Pedagógica, en la Sala de Bellas Artes, donde continuó hasta 1959. Durante los últimos ocho de esos años, también enseñó literatura. Trabajó en el Liceo de Nueva Helvecia y en el Instituto Alfredo Vásquez Acevedo en Montevideo, donde dio clases hasta su retiro en 1974. Brindó sus primeros cursos en la Universidad en 1970, para el Departamento de Literatura Iberoamericana de la Facultad de Humanidades Y Ciencias de la Universidad de la República. Enseñó Literatura Uruguaya en la misma Universidad desde 1985 hasta 1987, cuando el Senado de la República le concedió una pensión graciable en reconocimiento a sus méritos y sobresaliente trayectoria literaria.
Desde su juventud Idea Vilariño quiso compartir sus conocimientos colaborando en periódicos, y luego con importantes libros y artículos sobre crítica y análisis literarios. Entre 1947 y 1948, junto a Manuel Claps, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal e Ida Vitale fue responsable de la revista Clinamen. Entre 1949 y 1955, Vilariño, Benedetti, Cabrera, Claps y Rodríguez Monegal dirigieron Número. En las páginas de esas revistas Idea publicó sus primeros ensayos críticos y traducciones literarias.
Entre los personajes que se reiteran en sus estudios críticos se cuentan Delmira Agustini, Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig y Juan Parra del Riego. El premiado Conocimiento de Darío (1988), conjuga diferente información bibliográfica y opiniones sobre Rubén Darlo, tanto en su carácter de poeta como de individuo. En ese ensayo Vilariño examina las distintas etapas de desarrollo de su obra lírica. Logra recopilar una enorme masa de información para contestar a los interrogantes sobre cómo era y quién fue Darlo.
Entre las mayores contribuciones de Vilariño a la crítica literaria no pueden olvidarse sus ensayos sobre la evolución de las letras de tango. Los tangos constituían un entretenimiento casi "prohibido" en su juventud. Su padre, como muchos de sus contemporáneos, consideraba que el tango ejercía una influencia corruptora. Pero a ella la música siempre la fascinó. Le apasiona tocar tangos al piano esos que aún hoy se escuchan a veces desde su casa en Malvín.
Desde su juventud Idea Vilariño quiso compartir sus conocimientos colaborando en periódicos, y luego con importantes libros y artículos sobre crítica y análisis literarios. Entre 1947 y 1948, junto a Manuel Claps, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal e Ida Vitale fue responsable de la revista Clinamen. Entre 1949 y 1955, Vilariño, Benedetti, Cabrera, Claps y Rodríguez Monegal dirigieron Número. En las páginas de esas revistas Idea publicó sus primeros ensayos críticos y traducciones literarias.
Entre los personajes que se reiteran en sus estudios críticos se cuentan Delmira Agustini, Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig y Juan Parra del Riego. El premiado Conocimiento de Darío (1988), conjuga diferente información bibliográfica y opiniones sobre Rubén Darlo, tanto en su carácter de poeta como de individuo. En ese ensayo Vilariño examina las distintas etapas de desarrollo de su obra lírica. Logra recopilar una enorme masa de información para contestar a los interrogantes sobre cómo era y quién fue Darlo.
Entre las mayores contribuciones de Vilariño a la crítica literaria no pueden olvidarse sus ensayos sobre la evolución de las letras de tango. Los tangos constituían un entretenimiento casi "prohibido" en su juventud. Su padre, como muchos de sus contemporáneos, consideraba que el tango ejercía una influencia corruptora. Pero a ella la música siempre la fascinó. Le apasiona tocar tangos al piano esos que aún hoy se escuchan a veces desde su casa en Malvín.
Cuentan que cuando Alfredo Zitarrosa leyó el poema de Idea Vilariño llamado "La canción", se sintió tan conmovido que tomó su guitarra y no sólo la hizo milonga... también escribió una estrofa. Cuentan también, que cuando Idea la escuchó en vivo, se conmovió tanto que le pidió a Alfredo que la grabara con el nombre de "La canción y el poema". Poesía y milonga... Idea y Alfredo...
Hoy que el tiempo ya pasó
hoy que ya pasó la vida
hoy que me río si pienso
hoy que olvidé aquellos días
no se por qué me despierto
algunas noches vacías
oyendo una voz que canta
y que tal vez es la mía...
Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...
Algunas noches de paz
si es que las hay todavía
pasando como sin mí
por esas calles vacías,
entre la sombra acechante
y un triste olor de glicinas
escucho una voz que canta
y que tal vez es la mía...
Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...
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