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César Vallejo-Tercera y última parte




No murió un jueves de otoño, pero sí murió en París en una tarde lluviosa. Estaba muy enfermo y era joven todavía; aún le quedaba mucho por vivir y escribir.
Cesar Vallejo tendrá su primer contacto con la muerte al fallecer su madre, justamente el mismo año en que él publica su primer libro de poesía. A partir de ese momento Vallejo cargará con una profunda crisis anímica por el resto de su vida; incluso en el primer poema de su primer libro “Los Heraldos Negros” aparece la palabra muerte con letras mayúsculas.
En su libro “Trilce” la idea de la muerte se hace más tangible para el poeta; encontramos versos como:
Estáis muertos.Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos.
Escribe su propia “elegía” desde el momento mismo en que comprende que está viviendo la propia muerte; por eso la mayoría de sus Poemas humanos son amargos, angustiantes, existenciales y dolorosos. La vida se le está escapando y nada puede hacer para detenerla. El dolor se va haciendo más palpable en su vida real y física y Vallejo lo deja traslucir en sus obras.
“Yo nací un día en que Dios estuvo enfermo.” nos dice Vallejo desde uno de sus versos.
La muerte rodea a Vallejo, su propia muerte, la de todos, sino basta con leer de sus “poemas en prosa”

LA VIOLENCIA DE LAS HORAS
Todos han muerto.
Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.
Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: "Buenos días, José! Buenos días, María!"
Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.
Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.
Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.
Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.
Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.
Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.
Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.
Murió mi eternidad y estoy velándola.

Así, un viernes santo, 15 de abril de 1938, a las 9 y 20 de la mañana muere el poeta peruano Cesar Vallejo.




PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA



Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.

Me moriré en París -y no me corro-

tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.



Jueves será, porque hoy, jueves, que proso

estos versos, los húmeros me he puesto

a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,

con todo mi camino, a verme solo.



César Vallejo ha muerto, le pegaban

todos sin que él les haga nada;

le daban duro con un palo y duro



también con una soga; son testigos

los días jueves y los huesos húmeros,

la soledad, la lluvia, los caminos...

César Vallejo-Segunda parte




Recordemos que César Abraham Vallejo nace el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, un pueblito aislado en la cordillera de los Andes, en el norte del Perú, siendo el más pequeño de once hermanos y de sangre mestiza ya que sus abuelas son indígenas y sus abuelos españoles.
El dolor está muy presente en la obra de César Vallejo; para él representa una apertura a la existencia, una forma de conocimiento objetivo del dolor humano que plasma en sus versos.
Tratar de entender al mundo y sus contradicciones, resulta sumamente doloroso pero a la vez necesario ya que el sufrimiento es la única manera que el hombre tiene de conocer la realidad.
En una carta fechada en octubre de 1924 a Pablo Abril, Vallejo escribe:

“Parece que la vida sigue empecinada a herirme. Esta carta la escribo desde el Hospital de la Charita Sala Boyer, cama 22, desde donde acabo de ser operado de una hemorragia intestinal. He sufrido veinte días horribles de dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles. Hay, Pablo, en la vida horas amargas, de una negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba. Yo no las he conocido antes. Este hospital me las ha presentado y no las olvidaré

En sus últimos textos se nota la sensibilidad de Vallejo ante el dolor ajeno, ante ese prójimo que él no puede rescatar de su propia miseria

Pero también en las poesías de Cesar Vallejo hallamos abundante vocabulario bíblico y litúrgico, esto quizás debido al deseo de sus abuelos, ambos sacerdotes de ingresarlo en el sacerdocio.
Por ello la obsesión del poeta ante el problema de la vida y de la muerte, que tiene un indudable fondo religioso está ampliamente desarrollada en sus letras.

A Vallejo le toca vivir la época del nihilismo en Europa, el tiempo de la “muerte de Dios” de Nietszche, que inaugura la secularización del pensamiento. Un mundo de cambios, de guerras, de desesperanza, que trastoca el sentimiento religioso del poeta, quien se siente culpable, y presiente al pecado original como algo innato del hombre: como un dolor que se lleva a cuestas por naturaleza, por castigo.
Hay un intento en Vallejo, de rescatar a Dios de las cadenas con las que lo han atado los filósofos para hacer de él, un Dios que también sufre, que se sienta con la familia o en el café con los amigos y que comparte con los hombres las penas cotidianas.



Los Dados Eternos



Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;

pero este pobre barro pensativo

no es costra fermentada en tu costado:

¡tú no tienes Marías que se van!



Dios mío, si tú hubieras sido hombre,

hoy supieras ser Dios;

pero tú, que estuviste siempre bien,

no sientes nada de tu creación.

¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!



Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,

como en un condenado,

Dios mío, prenderás todas tus velas,

y jugaremos con el viejo dado.

Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte

del universo todo,

surgirán las ojeras de la Muerte,

como dos ases fúnebres de lodo.



Dios míos, y esta noche sorda, obscura,

ya no podrás jugar, porque la Tierra

es un dado roído y ya redondo

a fuerza de rodar a la aventura,

que no puede parar sino en un hueco,

en el hueco de inmensa sepultura.

César Vallejo- Primera parte





César Abraham Vallejo, nace el 16 de marzo de 1892, en Santiago de Chuco a 3,500 metros de altitud en Perú. Es el más pequeño de once hermanos de la familia Vallejo Mendoza.
Sus dos abuelos eran sacerdotes y sus dos abuelas, indígenas, razón por la cual su mestizaje estaba igualmente equilibrado.
En 1910: Parte para Trujillo y se inscribe en la Facultad de Filosofía y Letras. Poco después entra a trabajar en la hacienda "Roma" de producción azucarera de la que "saldrá marcado". . . ya que a pesar de tener un sueldo y trato acorde a sus estudios ve el dolor del pobre y la injusticia sobre el desposeído.
Pocos años después renuncia a la hacienda y retoma la carrera de letras y comienza al mismo tiempo la de Derecho; es en ese tiempo que toma el cargo de profesor de un colegio.
Inquieto como es, viaja a Lima y gracias a la fama adquirida en el ámbito intelectual sobrevive gracias a la publicación de sus poemas en diarios y gacetillas.
En 1918 publica su primer poemario: “Los heraldos negros”, en el que son patentes las influencias modernistas, sobre todo de Julio Herrera y Reissig. En dicho poemario aparece lo que será una constante en toda su obra: la solidaridad del poeta con los sufrimientos de los hombres, que se transforma en un grito de rebelión contra la sociedad.
En 1920 pasa por Huamachuco, y pronuncia una conferencia; para su desgracia ésta desemboca en una revuelta popular; Cesar Vallejo pasa tres meses en la cárcel, durante los cuales escribe otra de sus obras maestras, “Trilce (1922), que supone la ruptura definitiva con el modernismo y con el nacionalismo literario.
Vallejo, inquieto y desconforme consigo mismo , se embarca para Europa, con una moneda de 500 soles y un águila de oro anudada en su pañuelo. Ignorando el idioma, sin recursos ni relaciones . Llega Paris, un viernes 13. Durante dos años pasará una vida de penurias, incluso escapa de la muerte debido a una hemorragia producida luego de una intervención quirúrgica.
Consigue el trabajo de secretario de la recién fundada empresa de los periódicos iberoamericanos en París. Colabora con artículos para dos revistas peruanas y consigue por medio de un contacto una beca del gobierno español razón por la cual se marcha a España.
El que esté más establecido económicamente no hace que Vallejo deje de experimentar inestabilidad y descontento de si mismo que lo hace preguntarse constantemente sobre la injusticia social y el por qué de la vida y la muerte. Él mismo, exclama al visitar cafés de moda y espectáculos como parte de su trabajo periodístico :"Todo esto no es ni yo ni mi vida".
Pero inestable como es, renuncia a su trabajo y a la beca española; nuevamente la pobreza lo rodea por lo que se retira a vivir en los alrededores de parís; allí se pregunta por la existencia, por la injusticia social y comienza a pensar más analíticamente en el marxismo como solución a una sociedad justa.
Viaja a la unión soviética y a su vuelta a París funda la célula
marxista peruana. Esta es la etapa artística de "Poemas en Prosa" "Contra el secreto profesional" y "Hacia reino de los Sciris".

Posteriormente realiza dos viajes más a la unión soviética pero luego del último intenta colocar tres obras teatrales en España que son rechazadas por lo que vuelve más pobre que antes a París.
Cuando la guerra civil surge en España (Julio 36), Vallejo colabora de inmediato en la creación de "Comités de Defensa", meetings, colectas de fondo, emprende una serie de artículos en los que denuncia lo inicuo de la no-intervención, sólo provechosa al fascismo. Parte para Barcelona y Madrid en diciembre. El 31 está de regreso en Paris.
La angustia lo aparta de su obra poética pero prosigue sus artículos contra el fascismo. En un congreso internacional de escritores antifascistas celebrado para España Vallejo es nombrado delegado del Perú.
Durante el mes de Setiembre bruscamente surge de Vallejo el monólogo de meses interminables, en unos 80 días escribe 25 poemas, los últimos de "Poemas Humanos" ; es a la misma España que dirige su plegaria y el exceso de su desesperación, "España, aparta de mi este cáliz".
Un día de marzo en 1938 amanece con fiebre y carece totalmente de apetito; amigos médicos compatriotas suyos le visitan recetándole una que otra pastilla sin tratarlo propiamente
-Vallejo está mucho más grave de lo que ellos creen-
La delegación peruana en Paris decide el traslado de Vallejo a una clínica. Durante dos días Vallejo rechaza este traslado. El 24 de Marzo sin embargo, acepta, y el médico Lejard, médico del ministro Calderón queda designado como único médico ejecutivo de Vallejo, quien tampoco atribuye mayor gravedad al estado de su paciente, quien por suprema desgracia "le cae mal"....
Tendido en su último lecho, no habrá quien se sienta suficientemente garantizado por la genialidad de Vallejo, como para arriesgar algo de dinero para salvarle la vida. Después de una dura agonía muere Vallejo el viernes santo, 15 de abril de 1938, a las 9 y 20 de la mañana.
Sólo mas tarde se sabrá que Vallejo sucumbió a un muy viejo paludismo reaparecido después de 20 o 25 años, a consecuencia de un estado general debilitado.