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Poemas de James Joyce




Poema XV

Sal, mi alma, de los helados sueños,
Del profundo sueño del amor y de la muerte,
Pues ¡mira! de suspiros se llenan los árboles
Cuyas hojas reprende la mañana.
Domina al este la gradual aurora
Donde brotan suaves fuegos,
Agitando aquellos velos
De gris telaraña de oro.
Mientras dulce, gentil, secretamente,
Repican las campanas de flores matinales
Y el sabio coro de hadas
Empieza (¡innúmero!) a escucharse.

*********


SOLO

Grises, doradas redecillas
de la luna hacen de toda la noche
un velo; los faroles del lago
dormido arrastran zarcillos de laburnio.
Los astutos juncos susurran
un nombre a la noche, el nombre de ella,
y toda mi alma es una delicia,
vergüenza que se desmaya.



*********


EL SANTO OFICIO

Por mí mismo, a mí mismo me bautizo
con el nombre de Catarsis-Purgativo.
Yo, quien desgreñado abandoné camino
por defender la gramática de los poetas,
llevando a tabernas y burdeles
la mente del ingenioso Aristóteles.
Aquí mi intérprete debe estar
por si acaso los bardos lo intentan
y se equivoca, por lo que, ahora
de mis labios reciben ciencia peripatética.
para entrar en el cielo, viajar al infierno,
ser piadoso o terrible, uno, positivamente,
necesita el alivio de las indulgencias
plenarias. Porque cada auténtico místico
de nacimiento es un Dante, sin prejuicio (1),
quien, a salvo en el rincón de la chimenea,
por poderes se arriesga a extremos de
heterodoxia, como quien halla una alegría
en la mesa, alabando las estrecheces.
Si uno rige su vida por el sentido común,
¿cómo puede dejar de ser profundo?
Pero no debéis considerarme como a uno
de aquella compañía de mojiganagas (2).
Con aquel, quien se apresura a calmar (3)
las frivolidades de sus damas veleidosas (4),
mientras ellas le consuelan cuando él
hace pucheras con orlas celtas bordadas en oro (5),
o aquel que sorbe todo el día
imprudencias mezclan su comedia (6),
o quien cuya conducta parece tener
preferencia por un hombre de «tono» (7),
o el que hace de remiendo harapiento
para los millonarios de Hazelhatch,
más llorando después de la santa cuaresma,
confiesa todo su infiel pasado (8),
o quien tiene voluble sombrero,
no para la malta, ni para el crucifijo,
sino para mostrar a todos cuán pobremente
vestida va su alta cortesía castellana (9),
o quien a su dueño ama con delirio (10),
o quien con temor bebe su vaso de cerveza (11),
o aquel que una vez, cuando estuvo cómodamente
acostado, vio a Jesucristo sin cabeza,
y con esfuerzo intento salvar para nosotros
las obras de Esquilo, perdidas hace tiempo (12).
Más todos estos hombres de quien hablo
me hacen ser la cloaca de su pandilla.
Mientras ellos sueñan sus soñados sueños,
yo les saco las corrientes apestosas,
porque si estas cosas hago por ellos
fue porque mi diadema perdí,
Esas cosas por las que severamente la Abuela
Iglesia me dejo plantado.
Así les alivio los tímidos anos, y mi oficio
hago de Catarsis. Mi escarlata blancos
como la lana los deja (13). A través de mí
evacúan la panza llena. Para hermanar
máscaras, a una y a todas, como vicario
general actúo (14), y para cada doncella,
nerviosa y tímida, similar servicio realizo.
Que sin sorpresa reconozco la belleza
sombreada de sus ojos, el «no osad»
de la dulce virginidad contestando
a mi corrupto «quisiera» (15). Nunca ella
parece que piensa en ello, cuando en público
nos vemos, mas por la noche, cuando
encerrada en el lecho, descansa y siente
la mano entre los muslos,
mi pequeño amor, de luz vestido, reconoce la suave
llama que s el deseo. Pero las patrias de Mammón
bajo la prohibición tiene las costumbres
de Leviatán (16), y ese alto espíritu batalla
siempre con los innumerables secuaces
de Mammón. Que nunca puedan ellos verse libres
de este tributo de desprecio. Así vuelvo
la vista, distante da las vacilaciones
de ese heterogéneo séquito, esas almas
que odian la fortaleza que la mía tiene,
acerada en la escuela del viejo Aquino.
Donde ellos se agacharon, se arrastraron y oraron
yo permanezco, destinado por mí mismo,
sin miedo, sin hermanarme, sin amigos y solo,
indiferente como espina de arenque, firme
como cordillera de montañas, donde
mis astas centellean al aire (17). Dejad
que sigan como hasta ahora, necesarios
son para mantener el equilibrio. Aunque
se esfuercen hasta la tumba mi espíritu
nunca será de ellos. Ni mi alma con las suyas
una será de ellos. Ni mi alma con las suyas
una sea hasta que el Mahamanvantara (18)
se cumpla: que aunque a puntapiés de su puerta
me echen, mi alma les despreciará para siempre jamás.


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(1) Frase que se repite en el ensayo de Joyce sobre la «Catalina» de Visen.
(2) «Sabed que me considerarán
hermano auténtico de una compañía
que cantaba a la equivocación de la dulce Irlanda...»
W. B. Yeats: «Address to Ireland in the Coming Times». «Compañía de Mojigangas» se emplea como título despreciativo, aunque se refiere específicamente al Abbey Theatre, que fue reconocido en agosto de 1914. Patrocinado económicamente por Annie E. Horniman, presidido por Lady Augusta Gregory y dominado artísticamente por Yeats, se desarrolló gracias al anterior Irish National Theatre, donde todos los jóvenes escritores irlandeses, con la excepción de Joyce, tomaron parte de una forma u otra.
(3) Yeats.
(4) Lady Gregory y Miss Horniman y quizás Maud Gonne MacBride.
(5) Alusión a las portadas con adornos impresos en oro de los libros que Yeats publicó en el último decenio del siglo pasado.
(6) John M. Synge.
(7) Oliver Gogarty.
(8) Padraic Colum.
(9) W. K. Magee («John Eglinton»).
(10)George Roberts, devoto seguidor de George Russell, a quien Russell se dirige como Joyce lo hace, en un poema.
(11) James S. Starkey («Seumas O´Sullivan»)
(12) George Russell.
(13) «Aunque tus pecados sean escarlatas, blancos serán como la lana», Isaías, I:18.
(14) Asistente del obispo, quien está al cargo del funcionamiento de la diócesis.
(15) «Dejando al "no osad" esperar por el "Quisiera" como el gato del refrán». Shakespeare: Macbeth, I, VII, 44-5.
(16) Satán, el héroe, el individuo, en este caso el mismo Joyce.
(17) «Era su fundamento y desdén les arrojó con astas centelleantes». Stephen Hero, p. 35.
(18) El gran año hindú.


James Joyce, por Francisco Arias Solís





JAMES JOYCE

(1882-1941)



“Me dan miedo esas grandes palabras

que nos hacen tan infelices.”

James Joyce.


LA VOZ DEL NOVELISTA MAS ORIGINAL



El fenómeno que plantea el autor de Retrato del artista adolescente y Ulises, es difícil de precisar. Hay quién cuenta la historia de la literatura universal hasta Joyce, y después de Joyce. Ulises está considerada como la novela más importante del siglo XX. Ni sus propios detractores niegan la profunda impronta que señaló su aparición. Tanto es así que, incluso aquellos escritores que no la han leído, vienen influenciados por su nuevo sello. Joyce es, sin discusión, el novelista más original del siglo XX. Su obra literaria, quizás más que ninguna, es el exponente más alto de la renovación narrativa operada en el pasado siglo.



James Augustine Aloysius Joyce nace en Dublín el 2 de febrero de 1882 y fallece 13 de enero de 1941en una clínica de Zurich. Miembro de una tradicional familia católica acomodada, desde muy niño permanece internado en un colegio regentado por los jesuitas, en el que recibió una esmerada educación, completada posteriormente en la Universidad de Dublín, donde cursa estudios de Filosofía. En relación con su alejamiento de la religión, Harry Levin, dice: “Que perdió su religión, pero conservó sus categorías”. En 1902, con el pretexto de estudiar medicina, se traslada a París. En 1903 vuelve a Dublín para asistir a su madre enferma de cáncer. Empieza pronto a escribir y a colaborar en la prensa dublinés. De 1905 a 1915 vive en Trieste, con sus compañera Nora Barnacle, donde se gana la vida enseñando inglés en la Escuela Berlitz. Durante los años de la primera guerra mundial reside en Zurich. A partir de 1920 vive en París, con penurias económicas, problemas de salud y desgracias familiares –una de sus hijas padece una aguda equizofrenia-. A lo largo de su vida errabunda y llena de penurias económicas, tuvo relación con numerosos escriores de la época (Svevo, Pound, Aragon, Eluard, Beckett, Hemingway, Eliot, Fitzgerald, Yeats, Ibsen, entre otros). El comienzo de la Segunda Guerra Mundial con la entrada de los nazis en París acrecentaron su crisis. Se trasladó de nuevo a Zurich, donde al poco tiempo le diagnosticaron una úlcera de duodeno. James Joyce murió durante una operación de peritonitis.



Joyce empezó escribiendo poesía (Música de cámara, 1907; Poemas manzanas, 1927), y escribió también una obra teatral (Exiliados, 1918) influido por Ibsen. Su producción narrativa se inicia con el libro de cuentos Dublineses (1914), comprendido por quince relatos en los que refleja la vida insulsa y ambiente provinciano de la capital irlandesa –la ciudad de Dublín será un motivo constante en sus escritos-; la sumisión al ambiente, la rebelión inútil y la consiguiente frustración son las notas características del libro, Retrato del artista adolescente (1916) y el fragmento Esteban, el héroe (1944) –publicado póstumamente- son relatos biográficos, en los que asistimos a los avatares de la educación del protagonista, Stephen Dedalus –trasunto del autor-, a sus inquietudes y a su crisis religiosa, que le llevan a abandonar el catolicismo, y a sus aspiraciones esteticistas. La gran obra de Joyce –y de la narrativa del siglo XX- llega con la aparición del Ulises, empezada a publicar por entregas en 1918 y completamente en 1922. La novela, cuya acción externa no llega a abarcar las veinticuatro horas del día, tiene como protagonista principales al joven Stephen Dedalus, al agente de publicidad Leopold Bloom y a la mujer de éste Molly Bloom. Se desarrolla en tres planos: la vida cotidiana de Dublín, los análisis introspectivos de los protagonistas -a los que se suman otros personajes, vistos directamente o desde las perspectiva de aquéllos- y sus disquisiciones y reflexiones sobre diferentes problemas sociales, religiosos e intelectuales. El título de la novela responde a la traslación irónica y aun paródica de la estructura de la epopeya homérica La Odisea a la novela de Joyce, con unos personajes, un escenario y una época diferentes, de suerte que Leopold Bloom, hombre frustrado socialmente y engañado por su mujer, encarna a Ulises, Molly Bloom, mujer de intensa vida erótica y ardiente en sensualidad, a Penélope y Stephen Dedalus, trasunto del autor, a Telémaco. En la aventura vital de los personajes, Joyce pone al descubierto, descarnadamente, los problemas, vicios y debilidades del hombre y del mundo contemporáneo, cayendo con frecuencia en la inmoralidad y en la irreverencia religiosa. El autor, en su aguda y laberíntica exploración, deja al desnudo el alma humana. Todo ello contribuyó a que la novela fuese prohibida durante algunos años en países de tradición puritana como Inglaterra y los Estados Unidos. El interés del asunto viene dado en gran parte por la riqueza técnica de la novela. El empleo del contrapunto, la utilización magistral del monólogo interior o “corriente de conciencia”, los diversos enfoques narrativos, la parodia literaria, el protagonismo del lenguaje –distorsiones sintácticas, neologismos, empleo de palabras extranjeras, deformaciones léxicas- hacen de esta novela compleja una obra alucinante, profunda y revolucionaria, situándose en un puesto culminante de la narrativa universal. Esta complejidad técnica y lingüística se dispara en sus última novela Finnegans Wake (1939), obra oscura y de difícil interpretación: Y como dijo nuestro dilecto escritor: “Los errores son los umbrales del descubrimiento”.



Francisco Arias Solis