Idea Vilariño, segunda entrega

La relación amorosa que mantuvieron Idea y Onetti siempre se supo, pero fue en !La vida escrita", libro recientemente editado en Montevideo, donde surgieron a la luz muchos detalles del amor de estos dos grandes escritores uruguayos. Así, el hilo de "la vida escrita" es el amor, y cómo ella amó y fue amada.
Su romance más famoso fue con Onetti, pero hubo muchos otros. Estuvo casada con Jorge Liberatti, tuvo historias con el escritor Emilio Oribe y Manolo Claps, entre otros. Siempre osada, Idea, desde joven. En las cartas les escribe con cuánto placer recuerda esa noche, les describe su cuerpo y se regodea en los detalles. El intercambio de cartas con el poeta español Juan Ramón Jiménez es una joya: difícil seducir mejor a un hombre.

AMOR Y SUFRIMIENTO. De su romance con Onetti se ha hablado mucho, porque tuvo detalles muy particulares. Lo obvio, eran los dos conocidos y talentosos. El era ca-sado. Su mujer, Dolly -que aún vive- fue muy original y permitió los amoríos de su marido. Se dice que cuando Onetti e Idea estaban juntos, Dolly, sabiendo que no se hacían un minuto ni para comer, les acercaba comida.

Hay cosas que fueron muy públicas: él le dedicó su novela Los adioses, ella sus Poemas de amor. En este libro, ahora, ya muerto Onetti, ya Idea pasando los 80, y sin embargo, todo se hace muy vivo cuando aparecen relatos como el día que se conocieron, y la duda de si fue en un bar de Malvín o en el Rodelú.

Idea sufrió y así lo escribe. Que él le decía que se quedase, que no podían separarse. Así podía ser una noche: "Hablamos, como casualmente, incluso de nuestro amor. Él me pregunta a mí por qué, si le gusta tanto estar conmigo, tanto hacer el amor conmigo, me desea tanto, le gusta verme, cómo me peino, me visto, en la playa, entre la gente, desnuda, deja pasar siglos. Mis explicaciones: se olvida después de cada vez, se acuerda cuando se le acaba alguna aventura, descartadas por absurdas, inexactas".

Esboza la sensualidad que compartían: "Nunca fue así, nunca estuvo tan enamorado, me deseó tanto, se dejó hacer tanto, me lo hizo todo tan bien, tantas veces. No hay nadie como él".

Él le confiesa sus otros amoríos, hablan, horas, de la relación, de qué les pasa, por qué no es. Están los tires y aflojes, ella que se va, lo deja plantado y después se arrepiente. Las llamadas a horas insólitas, la urgencia, el desnudarse de noche y sentir que su cuerpo le pide estar en los brazos de él. Él llama que va a ir y se demora. La espera. Cómo esperan los amantes.

El libro incluye los fragmentos del diario de los días de 1994, cuando internaron a Onetti en Madrid, y también cuando Idea escuchó en la radio que había muerto. Son páginas llenas de angustia, y tanto más tristes por cómo están escritas.




Ya no

Ya no será

ya no

no viviremos juntos

no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa

no te tendré de noche

no te besaré al irme.

Nunca sabrás quien fui

por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué

ni cómo nunca

ni si era de verdad

lo que dijiste que era

ni quien fuiste

ni qué fui para ti

ni como hubiera sido

vivir juntos

querernos

esperarnos

estar.

Ya no soy más que yo

para siempre y tu ya

no serás para mi

más que tu. Ya no estás

en un día futuro

no sabré dónde vives

con quién

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca

como esa noche

nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.

(De "Poemas de amor", refería a Onetti. Cuando él murió, Idea escribió en su diario que ya sabía lo que iba a sentir, que lo había padecido en estos versos.)

Diarios, 1994

Mayo 28. Él está internado, que está grave, que todo indica que esto es el final. Que no se dé cuenta. Nunca quiso ni pensar en la muerte. En un CTI. No sabe estar enfermo.

30. Llamo a Madrid pero sólo me atiende Paquita llorando. No hay esperanzas... Después me llamó Quela, me quedé llorando con desconsuelo.

(...) Dicen que ya lo incineraron. Es un poquito de cenizas, todo aquel hombre, el amor mío.

Junio 94. (...) Cómo estoy. No puedo decir nada. No sé. No consigo entenderme con lo que me pasa. Comienzo por no haber sabido nunca cómo pude enamorarme de él; la mujer que era yo, la que soy, no hubieran podido amarlo. No. Si de todas maneras sucedió, qué tiene que ver el que era él entonces con él ahora. Nosotros y él padecimos. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, le dije en Madrid. Creo que bromeando. -Somos, me dijo serio, como reprochándome. ¿Somos? No sé. Y aún así, leyendo el poema que salió en Brecha -No te veré morir-. Yo ya sabía todo, ya sabía esto. Los había padecido íntegramente en esos versos.