Idea Vilariño







Juan Gelman dijo una vez que "es una palabra de hueso a la intemperie, calcinada por los soles del amor y del dolor”.




En la calle Anzani, en el barrio montevideano de Malvín, en una casa con jardín y donde algunas noches todavía suena un tango tocado al piano, vive esa señora de pelo blanco que, no parece, pero tiene 88 recién cumplidos. Vive sola. Casi toda su vida ha estado sola. Sigue siendo bella y misteriosa. Es Idea Vilariño, la poeta, crítica de literatura, compositora de canciones, traductora, educadora uruguaya, la que integró la generación del 45, la que se interesaba en Simone de Beauvoir cuando pocos lo hacían. La poeta que tuvo un romance de esos de película con el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, que siempre estuvo casado. La que compuso para Zitarrosa y la que tiene una idea terriblemente negra de la vida.
Idea nació en Montevideo el 18 de agosto de 1920, y antes de haber cumplido los treinta años era ya ampliamente conocida en el Río de la Plata por su talento. Durante la última mitad del siglo XX críticos y profesores de todo el mundo de habla hispana así como traductores de Austria, Brasil, Italia y Estados Unidos difundieron en abundancia su poesía. Es un caso singular. Por su personalidad y convicciones Idea Vilariño rechazó durante largo tiempo toda posibilidad de promocionar su nombre. Los editores la urgían a promover sus libros y ella se rehusaba. Más aun, mantuvo un silencio casi completo respecto a su obra, hasta el punto de negarse con regularidad a entrevistas de cualquier tipo. Si bien aceptó diversos premios e invitaciones tanto en su país como en el extranjero, nunca quiso comentar sus poemas ni escribir sobre su obra poética.


Estoy aquí
en el mundo
en un lugar del mundo
esperando
esperando
Ven
o no vengas
yo me estoy aquí
esperando.

Pese a esa falta de promoción, la poesía de Idea atrae cada día más lectores, más allá de los índices públicos que dan testimonio de su fama, en Montevideo puede advertirse por todas partes su inmensa popularidad: los artesanos copian sus versos en señaladores de libros, tapices y tarjetas que venden en mercados y negocios; referencias a su poesía en grafitos y llamados al "paraíso perdido" en los carnavales reafirman ese cariño; y cuando la música suena surge la lírica de sus canciones, aunque muchos de los fanáticos que las entonan no sepan que le pertenecen.



Es una voz de versos tristes, si, tristísimos. De los que hablan de la tristeza de levantarse de noche, cuando una mujer está preocupada, cuando ama, cuando se prende un cigarro y fuma sola pensando, una vez más, en los afectos. Cómo cansa eso.






En “Enumerándolo” un poema de sustantivos, dice:


Enfermedad y frío
y tristeza cerrada
y días días días

enfermedad tristeza

cansancio enfermedad.
Aire helado abandono frío

fatigas penas

ninguna carta nadie

miserias y limosnas

remedios notas cuentas.

Viento sur tercer piso

madrugadas horribles

noches perdidas
penas
y días días días
viento miseria frío
enfermedad tristeza








En 1944 terminó sus estudios para ejercer el profesorado en Educación Secundaria y comenzó a trabajar en la Biblioteca Pedagógica, en la Sala de Bellas Artes, donde continuó hasta 1959. Durante los últimos ocho de esos años, también enseñó literatura. Trabajó en el Liceo de Nueva Helvecia y en el Instituto Alfredo Vásquez Acevedo en Montevideo, donde dio clases hasta su retiro en 1974. Brindó sus primeros cursos en la Universidad en 1970, para el Departamento de Literatura Iberoamericana de la Facultad de Humanidades Y Ciencias de la Universidad de la República. Enseñó Literatura Uruguaya en la misma Universidad desde 1985 hasta 1987, cuando el Senado de la República le concedió una pensión graciable en reconocimiento a sus méritos y sobresaliente trayectoria literaria.
Desde su juventud Idea Vilariño quiso compartir sus conocimientos colaborando en periódicos, y luego con importantes libros y artículos sobre crítica y análisis litera­rios. Entre 1947 y 1948, junto a Manuel Claps, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal e Ida Vitale fue responsable de la revista Clinamen. Entre 1949 y 1955, Vilariño, Benedetti, Cabrera, Claps y Rodríguez Monegal dirigieron Número. En las páginas de esas revistas Idea publicó sus primeros ensayos críticos y traducciones literarias.
Entre los personajes que se reiteran en sus estudios críticos se cuentan Delmira Agustini, Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig y Juan Parra del Riego. El premiado Conocimiento de Darío (1988), conjuga diferente información bibliográ­fica y opiniones sobre Rubén Darlo, tanto en su carácter de poeta como de individuo. En ese ensayo Vilariño examina las distintas etapas de desarrollo de su obra lírica. Logra recopilar una enorme masa de información para contestar a los interrogantes sobre cómo era y quién fue Darlo.
Entre las mayores contribuciones de Vilariño a la crítica literaria no pueden olvi­darse sus ensayos sobre la evolución de las letras de tango. Los tangos constituían un entretenimiento casi "prohibido" en su juventud. Su padre, como muchos de sus contemporáneos, consideraba que el tango ejercía una influencia corruptora. Pero a ella la música siempre la fascinó. Le apasiona tocar tangos al piano esos que aún hoy se escuchan a veces desde su casa en Malvín.



Cuentan que cuando Alfredo Zitarrosa leyó el poema de Idea Vilariño llamado "La canción", se sintió tan conmovido que tomó su guitarra y no sólo la hizo milonga... también escribió una estrofa. Cuentan también, que cuando Idea la escuchó en vivo, se conmovió tanto que le pidió a Alfredo que la grabara con el nombre de "La canción y el poema". Poesía y milonga... Idea y Alfredo...


Hoy que el tiempo ya pasó
hoy que ya pasó la vida
hoy que me río si pienso
hoy que olvidé aquellos días
no se por qué me despierto
algunas noches vacías
oyendo una voz que canta
y que tal vez es la mía...

Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...

Algunas noches de paz
si es que las hay todavía
pasando como sin mí
por esas calles vacías,
entre la sombra acechante
y un triste olor de glicinas
escucho una voz que canta
y que tal vez es la mía...

Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...