Oliverio Girondo - Su obra


Acercarnos a Oliverio Girondo no sólo es arrimar los sentidos al más importante cultor de un irracionalismo mordaz y a la vez ingenuo, optimista en cuanto al amor por la vida y a su vez de un nihilismo crítico a la hora del grito en contra de la "cultura" oficial establecida, y de cuestiones existenciales irreversibles como el paso del tiempo, las catástrofes, los sinsentidos, la muerte.
Es también poder vivir un largo proceso creativo, una especie de aventura poético-existencial que comienza por el año 1922 con la aparición de la primera edición de "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía", (Ed. Argenteuil-Francia), obra que coloca a su autor entre los más avanzados de la vanguardia artística del idioma.

Estos poemas, acompañados de bellas ilustraciones propias, nos hablan de una curiosa atracción por lo contradictorio como sinónimo de vida, del absurdo y el humor como reflejo de lo cotidiano, de imágenes sensoriales donde los objetos actúan como grandes protagonistas de un fresco vital.





"...Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda..."

Calcomanías" (Ed. Calpe-Madrid, 1925) es una prolongación del libro anterior, conserva el mismo espíritu entusiasta ante la contemplación del mundo, sólo que aquí los ojos están puestos en España. Es la mirada de un Oliverio asombrado, exaltado ante el descubrimiento, movilizando toda esa euforia en una colorida sucesión de imágenes exclamativas.








"...Los frescos pintados en la pared
transforman el "Salón Reservado"
en una "Plaza de Toros", donde el suelo
tiene la consistencia y el color de la "arena":
gracias a que todas las noches
se riega la tierra con jerez..."






Para la presentación de "Espantapájaros (Al alcance de todos)" (Ed. Lozada, Buenos Aires, 1932), las calles porteñas se vieron sorprendidas por una carroza funeraria guiada por adustos lacayos y sobre ella un inmenso espantapájaros con galera, monóculo y capa. Al humor casi negro que despliega esta prosa poética debe sumársele un tremendo espíritu trágico, un talento irrespetuoso, una concepción ideológica basada en la desproporción, la desmesura y sobre todo, en una enorme vocación por traspasar los límites. Y aquí, seguramente esté la clave de toda la obra de Girondo. Espantapájaros es un libro extremo, desaforado. Oscilando entre el relato y la prosa poética desborda vida, destila una fina agresividad y establece las más absurdas y contradictorias relaciones entre las cosas, como si el universo entero, desintegrado en millones de fragmentos se agitara sin descanso como dados de un cubilete.





"... Era inútil que le escupiese en los párpados, en las concavidades de la nariz. Era inútil que le gritara mi odio y mi desprecio. Hasta que la última gota de esperma no se me desprendía de la nuca, para perforarme el espinazo como una gota de lacre derretido, sus encías continuaban sorbiendo mi desesperación; y antes de abandonarme me dejaba sus millones de uñas hundidas en la carne y no tenía otro remedio que pasarme la noche arrancándomelas con unas pinzas, para poder echarme una gota de yodo en cada una de las heridas..."