
Por influencia de Pablo Neruda, Miguel Hernández se afilia al partido comunista, posteriormente decide enrolarse en el batallón de “El Campesino” que le permite viajar con frecuencia a Madrid y mantener contacto con gente de las letras, contacto que le sirve para enrolarse luego en la primera brigada móvil de choque que es la encargada de la difusión de la cultura, actividad para nada incompatible con la de ser nombrado comisario político.
Viaja a la Unión Soviética para estar presente en un festival de Teatro Soviético y se dice que al regresar, su estado de salud no es del todo bueno.
Mucho se ha dicho de Miguel Hernández, de sus actitudes e ideas, su biógrafo José Luis Ferris nos cuenta que Federico García Lorca una vez se rehusó a ir a la casa de Aleixandre por encontrarse allí el poeta de Orihuela; se habla también del enojo que Rafael Alberti tenía contra Hernández por una escena que éste último había realizado en ocasión de un festín dado en su casa criticando el derroche en que se incurría en el banquete en tanto otros camaradas morían en los campos de batalla.
Luis Fabregat Tarrés compañero de prisión del poeta en sus últimos días, cuenta que cuando ciertos amigos de Miguel Hernández fueron a verle para intentar convencerlo de renunciar a su ideología política y abrazar públicamente la adhesión al falangismo a cambio de su propia vida y libertad, el poeta les respondió que “era increíble que aquellos que se decían conocerle como amigo, vinieran a él con pretensiones deshonestas como si él fuese una puta barata”.
Ya enfermo y desahuciado Miguel Hernández contrae matrimonio canónico con su esposa unos días antes de morir.
Así, el 28 de mayo de 1942 España pierde a uno de sus mayores poetas que, y según definición del mismo Hernández, había nacido como el toro...marcado para el dolor.
El siguiente poema “Canción del Esposo Soldado” lo recitó el propio Hernández en París en su paso hacia la Unión Soviética.
Viaja a la Unión Soviética para estar presente en un festival de Teatro Soviético y se dice que al regresar, su estado de salud no es del todo bueno.
Mucho se ha dicho de Miguel Hernández, de sus actitudes e ideas, su biógrafo José Luis Ferris nos cuenta que Federico García Lorca una vez se rehusó a ir a la casa de Aleixandre por encontrarse allí el poeta de Orihuela; se habla también del enojo que Rafael Alberti tenía contra Hernández por una escena que éste último había realizado en ocasión de un festín dado en su casa criticando el derroche en que se incurría en el banquete en tanto otros camaradas morían en los campos de batalla.
Luis Fabregat Tarrés compañero de prisión del poeta en sus últimos días, cuenta que cuando ciertos amigos de Miguel Hernández fueron a verle para intentar convencerlo de renunciar a su ideología política y abrazar públicamente la adhesión al falangismo a cambio de su propia vida y libertad, el poeta les respondió que “era increíble que aquellos que se decían conocerle como amigo, vinieran a él con pretensiones deshonestas como si él fuese una puta barata”.
Ya enfermo y desahuciado Miguel Hernández contrae matrimonio canónico con su esposa unos días antes de morir.
Así, el 28 de mayo de 1942 España pierde a uno de sus mayores poetas que, y según definición del mismo Hernández, había nacido como el toro...marcado para el dolor.
El siguiente poema “Canción del Esposo Soldado” lo recitó el propio Hernández en París en su paso hacia la Unión Soviética.
------------------------------------------
CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO
He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.
Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.
Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.
Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.
Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.
Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.
Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo a tu hijo.
Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.
Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.
Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.