DYLAN THOMAS




DYLAN THOMAS- 1º PARTE


Dylan Marlais Thomas nació en Gales, en 1914.
Su precocidad se notó desde su infancia, a los 4 años fue capaz de recitar de memoria Ricardo II de Shakespeare.
Su padre, D. J. Thomas fue un escritor frustrado, profesor de una escuela elemental
Cuando terminó su educación secundaria Dylan Thomas emigró a Londres con el deseo ferviente de publicar sus poemas. Ya antes había dejado la escuela para convertirse, a instancias de su padre, en periodista del South Wales Evening Post. Es en esta publicación donde ya se desatan las dotes de escritor de Thomas. Redacta obituarios poéticamente, y críticas de cine y teatro donde no deja títere con cabeza, despedazando a lo más alto de las tablas galesas de aquel entonces.
Después de una ardua jornada de trabajo solía apagar su sed insaciable en un bar donde escuchaba las historias de los marineros ingleses mientras se embriagaba.
Su camino no estaba en el periodismo. Tras un año y medio de labor de prensa, la poesía —su “oficio u hosco arte”— lo arrastraría definitivamente hacia sus dominios.
Famoso por ser un bohemio y un borracho redomado, también cautivó con su voz que atraía a cientos de personas a sus recitales poéticos, o a pegarse al receptor cuando hablaba en la BBC.
Fue conocido como "el maudit", "el gran maldito" o "el último maldito" (lugar común o apodo que reciben automáticamente todos los poetas borrachos, noctámbulos, disipados o indiscutidamente geniales).
Poeta precoz y repentinamente fallecido, el caos y el exceso fueron su camino a la genialidad. Murió luego de estar en coma etílico en 1953.
Escucharemos de su propia voz, el poema “Y la muerte no tendrá dominio” en inglés y luego leeremos la traducción.

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Y la muerte no tendrá dominio.



Desnudos los muertos se habrán confundido
con el hombre del viento y la luna poniente;
cuando sus huesos estén roídos y sean polvo los limpios,
tendrán estrellas a sus codos y a sus pies;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo,
aunque los amantes se pierdan quedará el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Bajo las ondulaciones del mar
los que yacen tendidos no morirán aterrados;
retorciéndose en el potro cuando los nervios ceden,
amarrados a una rueda, aún no se romperán;
la fe en sus manos se partirá en dos,
y los penetrarán los daños unicornios;
rotos todos los cabos ya no crujirán más;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Aunque las gaviotas no griten más en su oído
ni las olas estallen ruidosas en las costas;
aunque no broten flores donde antes brotaron ni levanten
ya más la cabeza al golpe de la lluvia;
aunque estén locos y muertos como clavos,
las cabezas de los cadáveres martillearan margaritas;
estallarán al sol hasta que el sol estalle,
y la muerte no tendrá dominio.