Federico García Lorca - Segunda entrega



YO SE QUE MI PERFIL SERA TRANQUILO

Yo sé que mi perfil será tranquilo
en el musgo de un norte sin reflejo.
Mercurio de vigilia, casto espejo
donde se quiebre el pulso de mi estilo.

Que si la yedra y el frescor del hilo
fue la norma del cuerpo que yo dejo,
mi perfil en la arena será un viejo
silencio sin rubor de cocodrilo.

Y aunque nunca tendrá sabor de llama
mi lengua de palomas ateridas
sino desierto gusto de retama,

libre signo de normas oprimidas
seré en el cuello de la yerta rama
y en el sinfín de dalias doloridas.






Federico se traslada a Madrid en 1919 y durante los dos primeros años en la capital trabaja intensamente. Sus caminatas por la ciudad, sus visitas a Toledo con Pepín Bello, Buñuel y Dalí, sus encuentros con directores teatrales y con la vaguardia - los ultraístas, Ramón Gómez de la Serna o el creacionista Vicente Huidobro--, aún le dejaron tiempo para terminar y publicar su Libro de poemas, componer las primeras Suites, estrenar El maleficio de la mariposa - que fue un fenomenal fracaso-y elaborar otras piezas teatrales. No perdió tampoco la oportunidad de conocer a Juan Ramón Jiménez, a quien acudió con una carta de presentación de Fernando de los Ríos en 1919: "Ahí va ese muchacho lleno de anhelos románticos: recíbalo usted con amor, que lo merece; es uno de los jóvenes en que hemos puesto más esperanzas"-y a la que respondió Juan Ramón de esta manera: "Su poeta vino y me hizo una excelentísima impresión. Me parece que tiene un gran temperamento y la virtud esencial, a mi juicio, en arte: entusiasmo". Con aquella visita se inició una amistad duradera, y la correspondencia de Lorca deja claro que Juan Ramón - generoso mentor de todos los poetas jóvenes de aquel entonces-tuvo una influencia decisiva en su visión del quehacer poético.
Durante esta época conoce a Manuel de Falla junto a él promovió -apoyados por el Ayuntamiento de Granada-, el Concurso de Cante jondo que tenía varios objetivos: marcar la diferencia entre el cante jondo - de orígenes antiquísimos, y el cante flamenco – de creación más reciente--; ganar respeto para el cante jondo como arte; preservarlo de la adulteración musical y de la amenaza de los cafés cantantes y la ópera flamenca; premiar a los cantaores no profesionales, y demostrar la influencia que habían tenido el cante, el baile y el toque jondos no sólo en la música española, sino también en la francesa y la rusa. El concurso fue un atrevido intento de conectar el arte musical de Andalucía con el arte "universal". La fórmula estética de Falla - "de lo local a lo universal"-iba a fijarse para siempre en el corazón de su joven discípulo. Su segundo libro de versos, se tituló justamente: Poema del cante jondo, escrito en 1921 y publicado una década más tarde.
En abril de 1925, Federico anunció a sus padres que había recibido una invitación para pasar la Semana Santa en Cadaqués con su amigo Salvador Dalí. Fue el primer viaje de Federico a Cataluña, y aquella visita y una segunda estancia más larga, entre mayo y julio de 1927, dejaron una huella profunda en la vida y obra de ambos. Los mundos artísticos de Dalí y de Federico se compenetraron hasta tal punto que Mario Hernández ha hablado, con razón, de un período daliniano en la obra del poeta, y Santos Torroella, de una época lorquiana en la del pintor. Dalí alentó al granadino en su esfuerzo por comprender la pintura moderna y lo animó como dibujante, reseñando su primera exposición, en el verano de 1927, en las Galeries Dalmau de Barcelona.; Y fue Federico, sin duda, quien más animó a Dalí como escritor. La estética de Dalí le sirvió a Federico como estímulo cuando empezaba a cultivar, a partir de 1927, una poesía de "evasión", en la que se daba menos importancia a la metáfora que a lo que Federico llamó -sirviéndose de la expresión de Dalí- el "hecho poético": la imagen que pretende "evadirse" de cualquier explicación racional.
Luis de Góngora y Argote (1561-1627) dejó huella en la poesía de García Lorca -por ejemplo, en "La sirena y el carabinero" y en algunos de los romances gitanos-, y la celebración de su tricentenario sirvió para aunar a los poetas españoles en lo que algunos de ellos empezaron a llamar una "generación". Los amigos de Lorca-Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre-se conocen hoy en día como integrantes de aquella Generación del 27.
Puede decirse que entre 1924 y 1927 Federico García Lorca llegó a su madurez como poeta, atento al arte del pasado y formando parte de uno de los grupos poéticos, en palabras suyas, "más importantes de Europa, por no decir el más importante de todos".