La tragedia de las hojas, Charles Bukowski

Desperté entre sequedad, y los helechos estaban muertos;
en sus macetas, las plantas amarillas como el maíz;
mi mujer se había ido
y las botellas vacías como cadáveres desangrados
me rodeaban con su inutilidad;
sin embargo, el sol aún permanecía
y la nota de la casera se debilitaba en
un amarillo fino y trémulo; lo que ahora se necesitaba
era un buen comediante, de estilo antiguo, un juglar
con chistes aunados a un absurdo dolor; el dolor es absurdo
porque existe, nada más;
me rasuré cuidadosamente con una navaja vieja
el hombre que alguna vez fue joven y
se decía poseer talento; pero
esa es la tragedia de las hojas,
los helechos muertos, las plantas muertas;
y me adentré en un pasillo oscuro donde se encontraba la casera
aborreciéndome e inquebrantable,
mandándome al infierno,
agitando sus sudorosos brazos gordos
y gritando,
demandando la renta,
porque el mundo nos había fallado
a ambos.