Charles Bukowski - Tercera entrega



En medio de una entrevista el novelista chileno Poli Délano, le deslizó a Charles, entre copa y copa:

-Te han acusado de machista –

Y dice Poli Délano: la respuesta que me da podría ser la misma que da el “gran poeta” de su cuento a su joven entrevistador, cuando le pregunta qué piensa sobre la liberación femenina: “en cuanto ellas se dispongan a lavar el auto, a empujar el arado, a perseguir a los dos tipos que acaban de asaltar la tienda de licores o a limpiar alcantarillas, en cuanto a ellas se dispongan a que les vuelen las tetas de un balazo en el ejército, yo estaré listo para quedarme en casa y lavar los platos y aburrirme recogiendo hilachas de la alfombra”.

Maestro indiscutible del cuento, Bukowski ha dado también un campanazo fuerte en la novela. La senda del perdedor, muestra una diferencia básica con casi todo el resto de su obra narrativa: se aleja del obsesivo tema sexual que lo persigue para centrarse autobiográficamente en la vida de un niño Chinaski-Bukowski - hijo de un padre brutal, mediocre y violento. La mirada del autor es oblicuamente compasiva y le otorga una alta dosis de humanidad al personaje, verdadero sobreviviente que vive y se desvive aplicando el ya citado lema hemingwayano de “elegancia en el sufrimiento”. La misma mirada compasiva que enfoca a toda la corte de seres marginales que pueblan su obra y que se pasan la vida jugando a perdedor. Conociendo la infancia y la adolescencia de Henri Chinaski, entendemos mejor las raíces de la violencia bukowskiana que tanto ha incomodado a los sectores más burgueses y puritanos del público lector, que se niegan a ver más allá de sus narices y escudriñar un poco en la basura.

Dice Luigi Amara: Tal y como se desprende de la lectura de su diario, los últimos días de Bukowski transcurrieron en medio de una rabia serena, de un escarnio poco ruidoso y poco legendario que sin embargo no por ello perdió su buena dosis de corrosión y de brío. En esas páginas está el Bukowski reflexivo, el Bukowski mordaz, que ya lejos de la cloaca tiene el humor suficiente para burlarse de ella y no añorarla, sin dejar en ningún momento de atentar contra la estética antiséptica y la falta de arrojo de buena parte de la literatura contemporánea. ("Los poetas que he conocido han sido siempre unas medusas reblandecidas y unos arribistas. De lo único que pueden escribir es de su ausencia egoísta de aguante.") Quizá en esos últimos días Bukowski alcanzó esa serenidad filosófica de la serpiente que ha optado por morderse la cola, aunque no tanto para cerrar el ciclo y aspirar a la inmortalidad, sino para no sentirse satisfecho de estar sentado en su propio trasero.