Julia de Burgos-Segunda parte




En 1936 publica su poema Es nuestra la hora con el cual empieza a hacerse conocer en el ambiente literario Puertorriqueño. Ese mismo año escribe también los dramas breves: llamita quiere ser mariposa, paisaje marino, la parranda del sábado y coplas jíbaras para ser cantadas.
En 1938, tras la ruptura de su matrimonio, conoce al médico y sociólogo Juan Isidro Jimenes Grullón quién habría de convertirse en el amor de su vida. Los dos años siguientes publica poemarios y es premiada por el instituto de literatura Puertorriqueña.
Alterna el periodismo con la actividad literaria mientras reside en Cuba y Estados Unidos.
En 1942 La relación con Juan Isidro llega a su fin. Tras la decepción amorosa Julia decide partir hacia la ciudad de los rascacielos, en donde deambula en busca de empleo. Durante algún tiempo trabaja como inspectora de óptica, empleada de un laboratorio químico, vendedora de lámparas, oficinista y costurera. Continuamente cambia de domicilio.
En 1944 casada con Armando Marín vive en Washington y trabaja como oficinista.
Su salud se ve deteriorada cuando le descubren un papiloma en las cuerdas vocales. Su alcoholismo se acrecienta día a día.
A fines de 1952 le realizan una operación quirúrgica y debe permanecer internada largos meses. Las repetidas crisis tanto físicas como mentales la llevan a escapar numerosas veces del hospital.
Un día de Julio de 1953 Julia del Prado sale de su casa en la que vive con familiares y jamás regresa. El informe oficial según consta en un periódico de Brooklyn indica que es encontrada inconsciente en la calle, muriendo posteriormente rumbo al hospital.


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Romance de la Perla


El sol se sale muriendo

en sombras del caserío

y el mar se lame la vida

sobre horizonte de niños.



Duerme el hombre su ancha pena

del llanto del pan del hijo,

y toma forma de piedra

por la escalera del risco.


¿A dónde se irán sus pasos

hinchados de ahuecar bríos

en la antesala del sordo

capitalista edificio?



Ni la mañana le esconde

la mueca de su suplicio,

ni echa de ver que en sus ojos

hay ausencia de rocío…


¡Una Mirada vacíalo tira de Nuevo al nido!

¡Perla! La perla encrespada

como un hotel colectivo

en una mancha que el mar

se sacudió en raro ímpetu:

¡Perla! La perla dejada

en un fantástico olvido

para ilusión de los hombres

heridos de hambre y de frío,

¡Perla! La perla tirada

desde el tejado del risco,

que bajo tu blanca pena

exprime dolor de siglos.

¡Piedra que miras al cielo

como arrabal desteñido!

¿Quién dice noche estrellada

ante los ojos caídos

de esa frontera del hambre

que va apretándose en gritos?

¿Quién dice marco de espumas

ante el puntal del martirio

que se reseca en las almas

huéspedes del precipicio?


La vida rueda temblando

sobre el jirón extendido

en un juego con la muerte

que quiere atrapar el risco.


El mar se lame la vida,

y el sol se arropa de frío…

en cada lecho de muerte

vigila el sueño de un niño…


¡Perla! La perla más blanca

de la gran mina del rico.

¡Perla! Que ya te desgastas,

de balancearte en suspiros.

¡Perla! Que ya te derrumbas

bajo tu pecho sombrío

mientras se elevan cuarteles

y el mar se infecta de tiros.


¡Piedra que miras al cielo

como arrabal desteñido…!

El color rojo te tiende

en tinte de último aviso

sobre el puñal de tus noches

y tus puntales caídos.


Al otro lado del mar

nos duele tu sed de siglos.

Tu voz resuena más lejos

que los cañones temidos.


En la antesala del mundo

ya anuncia el sol colectivo.

¡Perla! ¡Levanta tus manos

y alza tu dolor en bríos…!